Cuando cae la tarde en el castizo barrio de Santiago y los jerezanos disfrutan de los últimos rayos de sol, Rocío se dispone a cantarle una nana a sus queridas botas. Enormes botas que guardan maravillosos tesoros y que un servidor tuvo la suerte de degustar con una exquisita charla entre amigos. Hablo de Bodegas Urium, una pequeña empresa familiar que ha conquistado mi paladar.
Fue mi suegro el que me metió el veneno del Sherry en el cuerpo. “Déjate de Cruzcampo, sevillano”, me decía. Poco a poco fui investigando, probando y saboreando, y me di cuenta de que el camino del vino de Jerez es de una sola dirección. Cuanto más aprendes, más te enamoras de esta pasión. Por eso, cuando Rocío Ruiz nos invitó a mí y otros amigos a visitar su casa y probar sus vinos, no lo dudé ni un solo segundo.
He de reconocer que esta bodega me había intrigado desde el primer día que probé su palo cortado, por eso tenía tanto interés en descubrir lo que escondían sus muros. Tras sus puertas, nos encontramos con una familia bodeguera apasionada del vino jerezano. Alonso, padre y promotor de la historia de Urium, Rocío, su hija, y Mario, el marido de esta.
Una gran sala llena de botas nos recibió. Quinientas, nos dijo Alonso. Natural de Moguer, Huelva, bautizó así a la bodega por el nombre con el que se le conocía a su pueblo en la antigüedad. El escritor Juan Ramón Jiménez, lo cuenta en el capítulo 123 de su obra maestra, Platero y yo. Mons Urium, monte de oro.
El bodeguero nos contó que compró la bodega hace diecinueve años y que hasta entonces había estado esperando su oportunidad cuarenta años para adquirir una. Ninguna le convencía, pero el destino es caprichoso y le tenía reservado esta. Un edificio cuya orientación, situación y muros hacen que el microclima que se genera en su interior sea el idóneo para la maduración y la crianza del vino. Una sacristía de vinos muy viejos entre los que destacan sus V.O.R.S –Vinum Optimum Rare Signatum–, con una vejez superior a treinta años.
“No hay vinos mejores ni peores, solo diferentes”
Los vinos de Urium
Tras una fase previa de presentación entre los asistentes, pronto nos pusimos a catar los caldos jerezanos. Comenzamos con un fino en rama, ¡y tanto! Recién sacado de una de las botas con la venencia. Fresco en boca y muy aromático. Un auténtico lujo para los sentidos. Un fino con ocho años de crianza biológica bajo velo de flor, al límite, como casi todos los vinos que hace Urium, para marcar bien las diferentes gamas.
Aquí fue cuando Rocío nos contó secretos sobre esa capita, que no es que no deje pasar el aire al interior de la bota, es que es un organismo que respira y le arrebata el oxígeno al vino. La temperatura, la humedad o incluso las vibraciones influyen en este velo de flor.
Tras el fino pasamos a un amontillado excepcional. El punto de oxidación exacto tras pasar por la crianza biológica, al igual que el fino. Complejo en boca, con cuerpo y con un color sumamente elegante. Gran compañero de quesitos curados o platos especiados. Continuamos con un oloroso, dejando atrás la crianza biológica para centrarnos en la oxidativa. Un vino al que se le añade alcohol para impedir la formación del velo de flor. Una absoluta exquisitez.
Seguimos con uno de mis favoritos, el palo cortado. Un gran clásico de Urium que pega prácticamente con todo. Platos dulces y salados se pelean por ser su acompañante. Una maravilla que debes probar al menos una vez en la vida.
Hubo espacio para un cream con el toque justo de dulzor. Un oloroso en cuerpo pero con un porcentaje de uva pedro ximénez. Fantástico. Un vino con el que puedes dar rienda a la imaginación, como hace Pepe Ferrer mezclándolo con hielo y una cáscara de cítrico.
Y terminamos con dos variedades ya embotelladas. Por un lado, un exquisito pedro ximénez, para endulzar el paladar. Por otro, un gran brandy jerezano con el que cerrar una tarde maravillosa.
¿Cuál es el secreto de Urium?
Hablando con Mario, tocamos el tema de la competencia que tenían. Me dijo que no había vinos mejores ni peores, solo diferentes. Es más, cada bota te ofrece un producto distinto dentro de una misma bodega y una misma variedad de vino. ¡Cuánta razón tiene! El secreto mejor guardado de Urium es el mimo con el que trata la familia Ruiz a sus vinos. El absoluto respeto que le muestran a la materia prima y el amor por su pasión. Con esos ingredientes, el éxito está asegurado.
El gran señor de Urium
Guardado bajo llave se esconde la gran joya de la corona, un cofre de plata de cuatro kilos que soporta el peso de un palo cortado centenario. El gran señor de Urium es uno de los vinos más caros de España –su precio ronda los 36.000 euros por botella– y de los más exclusivos. Solo salen a la venta 15 unidades al año. Pero eso, mejor no contártelo. Mejor que lo veas en este reportaje y que la familia Ruiz te lo explique.
Con tanto escribir se me ha echado el tiempo encima. ¿Qué hora es? Rocío estará afinando la garganta para el turno de las nanas. Que duermas bien, bodega. Descansa, anciana amiga, y sigue ofreciendo esos aromas y sabores que te hacen única.
No me quiero despedir sin mencionar el buen ratito que echamos los visitantes. Un matrimonio británico encantador –¡qué delicia de mermelada de naranja amarga al palo cortado llevaron!–, una japonesa, que se atrevió hasta a cantar la canción de Doraemon, un historiador jerezano, un cubano, la familia Ruiz, mi inseparable Txema Marín y un servidor.
No tengo dudas, por siempre seremos #UriumPeople.
No olvidaré nunca el día en que, muy niño, supe este nombre: Mons-Urium […] Me encontré de pronto como sobre un tesoro inextinguible. Moguer, Monte de oro, Platero; puedes vivir y morir contento. (Platero y yo — Juan Ramón Jiménez | Capítulo 123)
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