Corazón urbano, alma rural. Apuntes de ruta por el Principado de Asturias

Extensos prados verdes, vacas pastando ajenas al mundo, y un fondo de cumbres nevadas de un lado, y el mar cantábrico y sus costas escarpadas al otro. Esa es la imagen que se dibuja en nuestra mente cuando pensamos en ir de viaje por Asturias.

El paraíso natural del que hablan sus instituciones de turismo. Y no les falta razón. El Principado de Asturias es como una preciosa postal surcada por límpidos ríos y parques naturales centenarios.

Sin embargo, esta alma rural indiscutible convive en Asturias con los paisajes urbanos de sus tres ciudades principales (Oviedo, Gijón y Avilés), que concentran más del 60 % de la población total de la comunidad.

Asturias. Corazón urbano

Oviedo señorial

Guía de Asturias Es el adjetivo que se suele aplicar a la capital asturiana. En parte porque es así, en parte porque de esta forma se justifica el ambiente algo más gris y tranquilo que el de la vecina Gijón, popular por su dinamismo y desenfado. Es cierto que Oviedo ya no es la Vetusta que Leopoldo Alas Clarín esbozó en su obra maestra, pero algo de ese aire melancólico que servía de telón de fondo a las tribulaciones de Ana Ozores, sí que se percibe.

Comenzando por su casco antiguo, que conserva la elegancia de épocas pasadas, con sus recios edificios de piedra, el estado impoluto de sus calles peatonales y el trasiego de gente que se concentra en torno a la preciosa plaza del Fontán, así como en la calle Uría, arteria comercial de la ciudad. En nuestro recorrido es imprescindible detenerse en la Catedral gótica, que se desvela con su imponente perfil desde cualquier perspectiva de la plaza Alfonso II el Casto, en cuya esquina también encontramos el interesante Museo de Bellas Artes de Asturias, con obras de Goya, Murillo, Miró, Sorolla o Darío de Regoyos, así como artistas asturianos del siglo XIX y XX.

Otra actividad ovetense por excelencia es descubrir la multitud de esculturas que se reparten por la ciudad, dedicadas a personajes tan dispares como Woody Allen, Mafalda o La Regenta.

Gijón mira al mar

Guía de Asturias La ciudad más poblada de Asturias no se puede entender sin su relación con el mar. Ese mar siempre agitado que baña la arena de las playas de Poniente y San Lorenzo, y en el que se zambullen sin contemplaciones los vecinos de la zona, cada día, como un ritual, sin importarles la temperatura algo más que fresca del agua del Cantábrico. La de San Lorenzo es una de las playas urbanas más bonitas de España, con su elegante paseo marítimo, punto de encuentro de los gijoneses. La de Poniente no es tan fotogénica, pero su ubicación junto al puerto deportivo de la ciudad la elevan en clase y distinción. Entre sendas playas, se abre al mar la zona de Cimadevilla, un entramado de callejuelas de impronta medieval entre las que se erigen algunos de los edificios históricos más importantes de la ciudad, como el Museo-Casa Natal de Jovellanos, el Palacio de Revillagegido, la Torre del Reloj y la iglesia de San Pedro, desde la que se obtienen vistas espectaculares de la bahía. Este saliente culmina en el Cerro de Santa Catalina, un extenso parque, antigua batería de artillería, en el que elogiar la belleza del horizonte, como nos índica una escultura levantada junto a los acantilados.

Avilés, el esplendor recobrado

Guía de Asturias Durante buena parte del siglo XX, Avilés tuvo el desafortunado honor de ser la ciudad con el aire más contaminado de España. Su industria de acero instalada junto a la ría fue el motor económico de la región y también razón principal del escaso atractivo de la ciudad. No obstante, la reconversión de Avilés al sector servicios, la peatonalización de su encantador casco antiguo y el impulso del centro Niemeyer, han hecho de la ciudad un destino agradable que merece una visita.

En ella, nadie se puede perder su mercado, ubicado en una preciosa plaza con balcones en galería, que se celebra cada lunes desde 1479, época clave del esplendor comercial de la ciudad gracias a la actividad de su puerto. En nuestro recorrido por el centro peatonal también nos encontraremos con el palacio de Balsera, la parroquia de San Nicolás de Bari, la iglesia Sabugo, el Ayuntamiento o la plaza del Carbayedo, con su hórreo tradicional en el centro. Al otro lado de la ría, la isla de la Innovación se encuentra presidida por la cúpula blanca del Centro Cultural Niemeyer, una suerte de Guggemheim avilesino que ha traído a grandes figuras del panorama cultural internacional desde su inauguración.

Asturias. Alma rural

Asturias. Pueblos que abrazan al Cantábrico

Guía de Asturias Arremolinadas en torno a la orilla, como buscando su sitio desesperadamente en primera línea, las coloridas casas de los pueblos costeros asturianos componen postales únicas. Cudillero, Luarca, Lastres, Luanco, Tazones o Llanes son buenos ejemplos de la belleza desordenada de estas localidades que mantienen una relación más que estrecha con su mar, el que durante siglos ha sido forma de vida y paisaje perenne.

Una ruta por la costa nos permite sumergirnos en una cultura marinera que se refleja en la gastronomía, en el carácter de sus gentes y en el propio trazado de los pueblos. Cudillero es como un gigantesco embudo que desemboca en su exiguo puerto, desde el que mirar hacia atrás, hacia el caserío multicolor, para contemplar un panal vertical en el que apenas se adivinan sus mínimas calles repletas de escalones.

Al igual que en Lastres, donde la panorámica desde el mirador de San Roque, nos da la perspectiva completa del pueblo dispuesto en escalones y empinadas cuestas, improvisadores miradores ante la inmensidad azul. Guía de Asturias En Llanes, calles y avenidas más anchas muestran el antiguo esplendor señorial de la villa, dividida por un largo y estrecho puerto repleto de pequeñas embarcaciones perfectamente alineadas.

A un lado, la impoluta parte medieval, al otro, una zona más moderna que finaliza en el faro de Llanes. Uno de los muchos que se reparten por la cosa para el deleite de los cazadores de estas bucólicas construcciones. El de Peñas, también Museo del Medio Marino, se interna en el Cantábrico a través de escarpados acantilados en los límites del parque natural homónimo, más aún que el del Cabo Vidio o el de Lastres, uno de los más bonitos de Asturias.

También son incontables las playas, de todas las formas y tamaños. Salvajes y verdes, rocosas y de difícil acceso, largos arenales para tomar el sol, rincones surferos, playas donde los ríos se funden con el mar… Y todas con una gama cromática que va desde el verde intenso de los valles y montañas circundantes, al azul profundo del Cantábrico.

Es imposible quedarse con una en concreto, pues todas ellas son diferentes y espectaculares a su manera. De hecho, cambian de forma radical según el momento en el que las visitemos y el estado de las mareas.

Al interior de Asturias, sin brújula

Guía de Asturias A simple vista, no existe una gran diferencia de paisajes entre la costa y el interior asturianos; los prados y bosques llegan prácticamente hasta la misma orilla, y las cordilleras parecen cernirse sobre la costa, abrigando sus puertos. Sin embargo, adentrarse por las estrechas carreteras rurales del Principado hacia los valles y zonas montañosas es una experiencia que nadie se puede perder.

Son numerosos los espacios naturales protegidos entre los que elegir para perder el norte, aunque sea de forma figurada.  El Parque Nacional de Picos de Europa, compartido con Cantabria y Castilla y León, es el segundo más visitado de España y ofrece suficientes razones para justificar su popularidad.

De la parte asturiana, la joya de la corona son los lagos de Covadonga, concretamente el Enol y el Ercina, ubicados en un paisaje espectacular de alta montaña al que se accede por una carretera que culebrea por recodos imposibles desde la basilica y el santuario de Covadonga (hay servicios de autobús regulares desde Cangas de Onís, obligatorio en verano), otro de los puntos imprescindibles de la región y lugar con un simbolismo especial en la historia de España.

Aquí combatió el rey asturiano Pelayo contra las tropas musulmanas, recibiendo la providencial ayuda de la virgen a la que posteriormente se consagró el santuario. Hoy día, más allá de creencias religiosas, el paraje impresiona por la belleza de la basílica neorrománica, la magia que desprende la santa cueva y la importancia histórica del santuario.

Todo ello envuelto en una explosión de vegetación verde, picos nevados y caudalosos ríos. La jornada bien puede finalizar en Cangas de Onís, un precioso pueblo dedicado al turismo en el que destaca su puente romano. Guía de Asturias Desde los Picos de Europa viajamos hacia el suroeste del Principado, a la Reserva Integral de Muniellos, a su vez enclavada dentro del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias.

Se trata de uno de los bosques mejor conservados de Europa, todo un ejemplo de protección medioambiental que alberga entre sus límites una rica comunidad de flora y fauna, entre la que destaca el oso pardo. Pasear por los caminos de Muniellos (previa reserva; sólo 20 personas al día) y su entorno es como internarse en un cuento de hadas.

Un frondoso bosque de hayas y robles cubiertos de líquenes que crean bóvedas verdes que apenas dejan pasar la luz y entre los que discurre el río Muniellos, repleto de truchas en sus aguas cristalinas. Si subimos hacia las alturas, a cualquiera de los miradores del parque y sus alrededores diseminados por la denominada Ruta de los Puertos, podemos divisar la densa arboleda de Muniellos, que cambia de tonalidad en cada época del año.

El entorno de la zona está trufado de minúsculas poblaciones donde el tiempo parece detenerse. Las únicas señales de vida humana son las columnas de humo de las chimeneas que ascienden desde las casonas tradicionales. Oballo ofrece grandes vistas de Muniellos, Gedrez se enclava en pleno ascenso hacia las Fuentes del Narcea, Moal se asienta sobre un valle junto al que crece el bosque homónimo, y Besullo, pueblo natal del dramaturgo Alejandro Casona, conserva todo el encanto de la arquitectura y rasgos etnológicos de la región.

Y son muchos más los pueblos que, aislados y silenciosos, cautivan al visitante por su entorno mágico.